La
brisa recorre la playa
suavemente
se posa en mi cara
y
pasa acariciando mi mejilla
brisa
fresca que anuncia el atardecer.
Las
olas juegan en la orilla,
se
extienden por la arena,
formando
nubes de espuma,
que
se mezclan con los reflejos dorados.
Las
turquesas han dejado el cielo,
dando
paso a reflejos de oro y rubí,
las
flores blancas, que antes
formaban
grandes ramilletes,
se
transforman en lirios dorados.
El
mar esmeralda brilla bajo
la
nueva luz refulgente,
como
si millones de peces
devolviesen
la luz que aún queda.
Es
el momento en el que,
precedido
de un brillante
instante
de espera,
el
sol, el mar y el cielo
se
unen en un cálido abrazo.
El
sol toca el mar y este,
en
su hervor, transforma el cierlo
en
azul noche, mientras se apaga
la
luz dorada, tras un último
respiro
de fulgor brillante.
Llega
la calma de la noche,
donde
el mar es ahora un espejo para la luna
que,
acompañada por las estrellas,
ha
transformado el oro en plata
y
la esmeralda en topacio.