sábado, 15 de octubre de 2011

Dos despedidas

En la noche oscura, sin luna, con las nubes tapando las estrellas, el viento meciendo las desnudas ramas de los árboles provocando un sonido chirriante de madera y crujir de las ramas más pequeñas al partirse, en un cementerio con tumbas de lápidas blancas me hayo. Frente a mi, tu tumba amor mío, lágrimas en mis mejillas, vine a despedirme de ti pero no puedo ni articular palabras.

Mi levita, negra como mi alma en estos momentos, se mece con el aire, mi sombrero de copa se perdió por el suelo, la pistola de duelo en mi mano, cargada y a punto.La parca vino a visitarte demasiado pronto, no te correspondía en este momento, no puede ser, tu juventud, tu serenidad en el rostro aún después de irte, tu increible sonrisa, tu mirada feliz.
El médico me decía que habías muerto y una parte de mi sintió que fallecía al mismo tiempo, tú en tu cama, de blanco, tus pelos sueltos, tu mano caída sobre tu pecho, yo llorando a tus pies.La desesperación me ha ido llevando desde entonces, todo perdió sentido, mis amigos me decían que tenía que animarme, que pasaría todo, pero ¿como puede vivir el cuerpo cuando el alma ha muerto? ¿Como puede existir sólo media persona?He venido aquí a darte mi despedida y aquí mismo me despediré del mundo, dos despedidas, un sólo momento.

Sonará un disparo, apenas escuchado por algún vecino a lo lejos, sonará en medio de esta fría noche, luego el caer de un cuerpo sin vida, vacío de alma hace tiempo. Algún día alguien lo encontrará y dirán, pobre loco, no pudo esperar a que su angustia pasase. Ridículo pensar que puedo esperar, como si alguien viese a una persona morir de cáncer y dijese, pobre loco, no pudo esperar a que su cáncer pasase. Aquí mi amor, concluye mi despedida, un beso, una flor sobre tu lápida y un adíos a este cruel mundo que me separó de ti para llevarme a la locura.

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